Noviembre de 2019

LA ACADEMIA DE GRABACIÓN LATINA HONRA A HUGO FATTORUSO CON EL PREMIO A LA TRAYECTORIA. 

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El icónico tecladista, cantante y compositor uruguayo Hugo Fattoruso es conocido por mezclar el rock and roll, el jazz eléctrico y la bossa nova con los estilos tradicionales y crear su propio sonido contemporáneo, lo que ha dado lugar a una serie de discos clave que abarcan las últimas seis décadas de la música Latina. Fattoruso comenzó a tocar el piano profesionalmente a los 12 años de edad con su padre y su hermano Osvaldo -colaborador de toda la vida- como parte del Trío Fattoruso. A mediados de los 60 fundó Los Shakers, que se convirtió en una de las primeras bandas que definieron el género del rock en español. El álbum de la banda en 1968, La Conferencia Secreta Del Toto's Bar, fue una obra maestra definitiva del género, y al año siguiente Fattoruso y su hermano lanzaron La Bossa Nova De Hugo Y Osvaldo. Fattoruso pasó la mayor parte de los años 70 en Estados Unidos tocando con el trío Opa antes de trasladarse a Brasil en los 80, donde trabajó con una galería de gigantes musicales, desde Milton Nascimento y Chico Buarque hasta Djavan y Maria Bethânia. En los últimos años, Fattoruso ha actuado en una variedad de formatos y escenarios, continuando la exploración de la fusión del jazz y el folclore sudamericano. Su discografía incluye docenas de álbumes, ricos en innovación y experimentación.

Julio de 2018

Fattoruso - La Película

En español

 

Junio de 2020

REVISTA Rolling Stone

 
 
Fotografía © Andrea Knight

Fotografía © Andrea Knight

PERFIL
HUGO FATTORUSO, EL PROCER DEL AFRO MONTEVIDEO

Reciente ganador del Grammy, el gran Hugo Fattoruso no deja de “entrenar” ni piensa suspender ningún plan. 

por Andrea Knight

 

Una noche de febrero de 2019 en el balneario Santa Ana, a pocos kilómetros de Colonia del Sacramento, Uruguay, costa del Río de la Plata, se presentó el HA Duo, con Hugo Fattoruso en teclados y voz y Albana Barrocas en canto, batería y percusión. Vecinos del lugar acababan de inaugurar un sencillo restaurant con música en vivo alrededor de un fogón. Hugo y Albana llegaron desde Montevideo en un auto que utilizaron después también como camarín, para descansar y comer unos sándwiches olímpicos de refuerzo. Porque el sitio era, ni más ni menos, un monte con bosque y luna llena.

Para entonces, el músico uruguayo de 76 años ya había recibido el llamado del director de Latin Grammy anunciándole que querían darle el Premio a la Excelencia Musical. Pero  Hugo había respondido que ciertos compromisos le impedían viajar a recibirlo. “¿Y por qué no me lo da el año que viene?”, le dijo al director ansioso que lo llamaba desde Estados Unidos. Así fue que la organización accedió a postergar el premio de Hugo hasta el año siguiente, con la condición de que guardara la sorpresa. Por un año entero no se lo dijo ni a su madre. 

Finalmente, en noviembre pasado llegó el día de festejar con su familia en Las Vegas. Sus cuatro hijos y varios de sus nietos viajaron desde distintas partes del mundo. 

“Jamás esperé, soñé, ni pensé estar en este tipo de consideración. Pienso que el reconocimiento obedece a la cantidad de años que yo bajé la cabeza, como en un pelotón de bicicletas”, dice el músico. Y enseguida siente la necesidad de nombrar a tantos colegas con los que se codea y sale a tocar habitualmente: “Acá, en Uruguay, hay unos cuántos que se lo merecen, unos cuántos que están en la fila antes que yo. El premio es, también, un reconocimiento de la industria de la música uruguaya. De cualquier modo, por ser el beneficiado, lo agradezco”.

Veinte años atrás tuve la oportunidad de fotografiar al Trio Fattoruso. Hugo, su hermano Osvaldo (fallecido en 2012), y su hijo Francisco daban un show al aire libre sobre una inmensa tarima en la ladera del cerro Catedral, en Bariloche, para el Festival de Jazz de los Siete Lagos, en octubre de 2000. El Trío Fattoruso fue la primera formación en la que los hermanos Hugo y Osvaldo, pequeñísimos, junto a su padre, Antonio, comenzaron a hacer música. Hugo tenía siete años cuando los Reyes le regalaron un acordeón a piano. Y a Osvaldo el destino se le dio en la batería. Antonio construyó un contrabajo casero con un cubo de madera invertido y un palo de escoba. Josefina, la madre de los niños, recordaba que en cuanto Hugo se colgó el instrumento salió tocando y que a Osvaldo, apenas se lo veía detrás de los tambores. Ya en los 50 trabajaban como músicos, los contrataban en reuniones y animaban cumpleaños.

Imágenes y testimonios de esta familia se muestran en el film Fattoruso, la película, de Santiago Bednarik, estrenada en mayo de 2017 en Montevideo. 

Para todo uruguayo seguro, Hugo Fattoruso es un prócer. Para músicos argentinos, brasileños, y de tantas otras partes del mundo, Hugo es un faro encendido, un inspirador que abrió el universo de los tambores y el candombe. Admirado por Charly García, Luis Alberto Spinetta, Lito Nebbia y Fito Páez, que definió la capacidad infinita de la música de Hugo como “traviesa e insólita, atravesada por la tradición y la modernidad”. 

León Gieco asegura que el rock hubiese sido otro de no haber existido Los Shakers, aquella formación emblemática de la que Hugo fue parte en los sesenta. 

“Mucha gente me habla de Shakers, pero ese grupo no fue rioplatense, fue otra cosa. A partir de que terminó yo comencé a proponer mis ideas en la música fusión, que también puedo llamar afro-Montevideo, urbano-Uruguay, o bien montevideana”, dice Fattoruso.

Los Shakers vendieron miles de los discos editados en varios países de América. Fueron unos Beatles rioplatenses que copiaron el sonido de las canciones con letras en inglés y se apropiaron del recurso de la vestimenta y los peinados. Pero hizo que las regalías fueran insignificantes. “No vimos un peso”, resume Hugo.

Cuando Shakers termina, Hugo se muda a Buenos Aires y un tiempo después, junto con Osvaldo, viajan a Estados Unidos y forman el trío Opa con Ringo Thielman. Opa graba con el músico brasileño Airto Moreira el disco Fingers, con buena repercusión internacional. Años después un tema de esa etapa se utilizó como música oficial del Mundial Brasil 2014. Moreira se adjudicó la autoría y Hugo reclamó que se le reconociera su parte. Hoy lo cuenta como una anécdota del pasado. “Abandoné”, dice, harto del tema. “Esa música tiene una parte de este señor, los ocho compases míos, y termina la parte de este señor, que es una repetición, y luego yo escribí el final. ¿Tá? Él le cambió el nombre y puso de autora a su hija. Fue grabado en 1972, la hija entonces tenía un año. Veo la partitura en internet de un trabajo mío pero ¿quién lo escribió? Diana Moreira. ¡Con un año! ¡Increíble! ¡Mejor que Mozart!”

Luego de varios años en Estados Unidos se muda a Rio de Janeiro, donde se convierte en el pianista de grandes cantantes como Djavan, Chico Buarque y Milton Nascimento. Pero en 1989 decide volver a Uruguay para dedicarse de lleno a hacer su propia música. 

De regreso comienza también a tocar con Jaime Roos y desde entonces se mantiene como integrante de su orquesta. “Yo soy dos personas cuando toco con la orquesta de Jaime, el sesionista y un tremendo fan. ¡Me encanta! Los músicos somos diecinueve columnas y él es el edificio entero! Cada uno tiene una parte precisa, marcada e importante. Mi manera de tocar encaja, a Jaime le gusta y a mí me gusta. Soy tecladista y acordeonista, como lo hice siempre”.

(Aún siguen programados los shows de “Jaime Roos, Medio siglo” Del 6 al 12 de Agosto de 2020, en el Auditorio Nacional del Sodre, Montevideo) 

Pero por supuesto la pandemia del coronavirus puso a cualquier plan en cierto grado de suspenso. En enero, cuando tuvimos la primera charla para esta entrevista, los proyectos de Fattoruso abarcaban todo el año. Ahora, el Covid-19 lo mantiene en su casa, en el barrio La Comercial, de Montevideo, a pesar de que en Uruguay la cuarentena no es obligatoria, presentando videos por streaming constantemente. En los últimos días, por ejemplo salió una canción nueva juto a la banda argentina Lo´Pibitos. El percusionista Juan Lucas Arbe se refirió al tema (que lleva voz de Facundo Cabral) emocionado por contar con uno de los grandes superhéroes de la música.

En una habitación de su casa hay un piano vertical y unas banquetas. Prepara té de cebada y al convidar da las instrucciones de la riquísima infusión. “Cuando empieza a hervir tres minutos, lo apagás, lo dejás enfriar, hechás hielo y listo. ¡Un iced tea natural! Las bolitas negras de barley viajaron desde Japón hasta la casa de Hugo, junto con otras especies que le fascinan. “Este año debía ser la gira catorce consecutiva con el Dúo Dos Orientales. Y mi vez número veinte en Japón”.

Se refiere al dúo que forma con el percusionista Tomohiro Yahiro que ya tiene tres discos. La gira anual recorría por más de veinte ciudades en un mes y medio. “Poder ir a la maravilla, (así se refiere a Japón) me hace muy feliz, dice Hugo. 

Sentado de espaldas al piano para conversar, cada tanto gira su banco por unos acordes, a veces a modo de ejemplo de lo que dice y otras, porque preferiría estar practicando. Se intuye que ese es el lugar donde transcurren más horas de su vida. “Mientras cocino voy y vengo al piano, practico todo el día. En mi caso, es muy importante estudiar, tengo que estar en forma. Entreno como un jugador de vóley o de básquetbol. Por composiciones mías o las de mi hijo atléticamente mis dedos tienen que estar. Es como cuando llevás la moto a la línea de largada, no podés salir más o menos. Si voy a tocar el piano tengo que salir con todo. Para canciones y baladas no necesito dedos, acompaño la canción, pero para temas instrumentales tengo que estar muy aceitado. ¡Si tocara boleros o blues me iría a pescar! 

Fattoruso se nutre de chamamé y valses peruanos, de la música del llano y la de la Amazonia, de vallenato, de cumbia y de gaita. Y de la música de los países árabes que lo atrapan en la computadora. “¡Es mucho el sentimiento que tiene! ¡Me caigo de espaldas! Me gusta la música folklórica sin tarjeta de crédito”.

En su casa chorizo, donde hasta hace un año y medio vivió también su madre, tiene su sala de ensayo. Ahí se puede ver todo tipo de instrumentos, hasta el parche original del bombo de Los Shakers. Entra a la sala y sale con una sonrisa y un tambor para sacarse fotos.

Al verlo tan a gusto en su lugar le pregunto qué conducta  de vida tiene. “Estudio y práctica del budismo de Nichiren Daishonin”, responde. ¡Ah! ¡Ese era el secreto!, le digo. “No sé si es un secreto, no hablo nunca de esto, pero si me preguntan… Definitivamente es fundamental para mí”.

REVISTA ROLLING STONE ARGENTINA JUNIO 2020

ALL ABOUT JAZZ

Trio Fattoruso: Trio Fattoruso

por TODD S. JENKINS 

Iluminada fusión Uruguaya para el nuevo milenio. A finales de los 50, los jóvenes hermanos Hugo y Jorge Fattoruso tocaron en los festivales callejeros uruguayos con un bajista de tabla de lavar, su padre Antonio. Unos años más tarde, los hermanos fundaron la popular banda de rock latino Los Shakers y, finalmente, la banda de fusión de Nueva York Opa, que combinaba los ritmos tradicionales del candombe de su tierra natal con piques de fusión al rojo vivo. También actuaron con el percusionista brasileño Airto Moreira en los años 70; Hugo fue el principal escritor del álbum Fingers de Airto en 1973.

Cuarenta años más tarde, de vuelta en Uruguay, los hermanos han reformado el trío con el hijo de Hugo, Francisco, en el bajo eléctrico. A diferencia del trío original, sin embargo, aquí no hay folclore callejero. La crianza del grupo en múltiples estilos latinos y de fusión resulta en un torrencial aguacero de sonidos frescos. Aunque las raíces sudamericanas del Trío Fattoruso son evidentes, el disco no está tan dominado por los ritmos y estructuras latinas como cabría esperar. Este es un esfuerzo de fusión inigualable, sin importar su nacionalidad.

La ajustadísima interacción de los tres intérpretes se gelifica en una solidez vital, y a modo de ejemplo aparecen los acentos perfectamente coordinados del piano, el bajo y los platillos en la introducción de "Ahchi Kohchi". El vals ligero "Esa Tristeza" presenta una voz de Hugo que recuerda a Michael Franks, pero más ingeniosa y con mayor fuerza de adherencia mental. "De Igual a Igual" casi alcanza la intensidad del thrash-metal a veces, intercalado con rápidos pasajes menores. El baterista Jorge se abre paso a machetazos a través de “Distortion Generator” bajo a ardiente guitarra metálica de Francisco y los teclados funky de Hugo. "Gospel For J.F.P. III" suena como si hubiera sido generado por un ordenador poseído por el Espíritu Santo. Es a la vez inesperado y totalmente edificante, como muchas de las otras selecciones aquí presentes. Mientras la banda cambia de estilo de pista a pista, el disco nunca suena desenfocado. La variedad es parte del gran plan.

Hugo selecciona sonidos de teclado que son a la vez inusuales y completamente apropiados para las melodías. En otros escenarios algunos de estos tonos pueden sonar cursi, pero aquí funcionan mágicamente. El sentido rítmico arácnido de Hugo es también bastante singular. Los complejos desempeños de Francisco y Jorge casi implican la presencia de más músicos que tres. El trabajo de Francisco en el bajo es particularmente vigorizante en todas sus partes. Colorea "Tiempo" con figuras armónicas de tipo Pastorius, y luego se mueve hacia un melodicismo que recuerda a Pat Metheny. Aunque obviamente ha hecho sus deberes con respecto a los estilos de fusión, los lleva mucho más allá de la habitual aparición de iconos y hacia un nuevo territorio. Su emotiva interpretación de "Queixa" es lo suficientemente firme como para llevar el humor a casa sin abrumar la suavidad subyacente. Y desde el sutilmente complejo lope de "S.T.C.-P.M." hasta el puro enamoramiento de "De Igual A Igual", Jorge está enfocado y es totalmente versátil como baterista. Se aferra a estos elaborados ritmos como el blanco sobre el arroz, pero puede estirarse como un Silly Putty cuando es necesario.

Entre ellos, los miembros del Trío Fattoruso han conjurado un disco refrescante y constantemente sorprendente. Este “Family Affaire” latinoamericano pide muchas y reiteradas escuchas; uno de los lanzamientos más entretenidos del año.

Junio de 2001